martes, 4 de junio de 2013

Alla cuelga mi vestido

ALLA CUELGA MI VESTIDO

No olvidó Frida, en este cuadro, ni uno sólo de los estandartes del capitalismo norteamericano. Los rascacielos, Manhattan, la Estatua de la Libertad, los surtidores de combustible, las altas chimeneas, los cubos metálicos repletos de basura, la catedral de Saint Paul... No dejó títere sin cabeza. Y todo ello situado tras una cinta que une una triunfal copa, que puede interpretarse como conmemorativa de los logros alcanzados por el progreso, y un retrete. Para terminar, no podía faltar el toque mexicano que indefectiblemente tienen todas sus obras, y cuelga de ese hilo azul su vestido de tehuana, la rotunda afirmación de sus orígenes, que se contraponen no sin una cierta violencia a este caos industrial. Resulta curioso que, al mismo tiempo que Kahlo se dedicaba en cuerpo y alma a este cuadro, Rivera estaba pintando en el Rockefeller Center un mural que celebraba la gloria del progreso industrial.
La melancolía invadió a Frida en su etapa estadounidense, y no sólo por no conectar con la sociedad del lugar, sino también porque allí sufrió un traumático aborto que la incitó a pintar Henry Ford Hospital o La cama volando. En este caso el poso mexicano tiene una presencia mucho más notable: está pintado a la manera de un exvoto, intercalando elementos biográficos y fantásticos. Frida pintó su realidad no tal como era sino tal como la sentía, y esta peculiar perspectiva la abocó a crear uno de sus lienzos más crudos.

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